Comentario
Un nuevo beaterio fue fundado en 1750 por la Madre Paula de la Santísima Trinidad, una terciaria dominica que había llegado a Manila un año antes. Era una casa de recogimiento y de enseñanza de niñas jóvenes y pobres, tanto indias como otras castas. Se estableció sin la previa autorización real, que se conseguiría más tarde. En 1768 recibían instrucción ciento ochenta niñas en la doctrina cristiana, la lengua castellana y "los oficios propios de su sexo". Todo bajo la dirección de la madre Paula, que consiguió además un número importante de limosnas tanto en las islas como en Nueva España.
La Real Cédula de 2 de julio de 1773 disponía el mantenimiento de la casa de recogimiento tal como había sido fundada y prohibía que se aumentara el número de niñas recogidas. Otra cédula de 22 de septiembre de 1779 autorizaba la permanencia del beaterio hasta el fallecimiento de la madre Paula puesto que no era gravoso para la sociedad filipina, pero una vez que ésta muriera el beaterio debería disolverse fundiéndose con alguna de las otras fundaciones de naturaleza similar existentes en Manila. Prohibía de nuevo aumentar el número de las recogidas.
Un año después fallecía la fundadora y se planteaba el problema de la disolución. El testamento de la madre Paula había dejado precisas instrucciones sobre el beaterio. Dejaba como encargada de la educación y de cumplir las contratas con los padres de las niñas a Ignacia de Guzmán de la Santísima Trinidad, que ya llevaba asumiendo estas funciones desde la enfermedad de la fundadora. A ella le encomendaba encarecidamente que realizase las gestiones necesarias para garantizar la continuidad de la fundación. Su mantenimiento estaba asegurado por las limosnas de los bienhechores y por los trabajos que realizaban las niñas, nombradas herederas de todos sus bienes por la madre Paula. Ante la situación la Audiencia optó por mantener el beaterio bajo la administración de la maestra señalada. La Real Cédula del 13 de agosto de 1784 aprobaba el beaterio con carácter definitivo. Sería aprovechada por la hermana Ignacia de Guzmán para solicitar ayudas para el sostenimiento de la casa de enseñanza y para la manutención de las educandas. El Tribunal del Consulado de Manila acordó por unanimidad en su Junta General de 21 de mayo de 1787 conceder una ayuda de 200 pesos anuales sobre la caja de los fondos de los derechos de avería. Esta medida fue aprobada por el gobernador el 25 de mayo de 1787 a la vez que se informaba al rey. La bonanza económica de la ciudad permitía a la sociedad pudiente de Manila dar estas muestras de generosidad.
En el siglo XIX las Hermanas de la Caridad tomaron la dirección del centro. También lo hicieron respecto a una nueva institución para la educación de niñas que se formó en 1866, el Colegio de la Concordia, en la calle de su mismo nombre y que contó con una importante donación particular.